Hola ,mentecillas inquietas.
A menudo realizamos actos que, cuando nos son recordados (echados en cara, para qué nos vamos a engañar), provocan la irremediable sensación de querer enterrar la cabeza en cualquier parte.
Ocurre también que cuando los actos vergonzantes en cuestión han sido arrastrados durante siglos y no han sido cometidos directamente por uno mismo, y además son de tal magnitud que el colectivo al que uno pertenece es responsable en su conjunto, hay quien se desmarca y hay quien incluso se siente orgulloso de dichos actos y sus consecuencias... y esto hace que quienes se avergüencen, lo hagan aún más. El agujero donde meter la cabeza debe ser más hondo.
El llamado Día de la Hispanidad no es más que la conmemoración anual, durante más de quinientos años, de un genocidio a todos los niveles. Cultural, físico, demográfico, geográfico, económico, etc. A esto le sumamos que, en una época en la que ni el país (casi ningún país) está para grandes pompas, se conmemore la masacre con costosos desfiles militares con el único objetivo de mostrar el poderío armamentístico de un territorio (el agresor) e inyectar cierto sentimiento de orgullo patrio en una población cada vez más desencantada de fe en la propia nación a la que (quiera o no) parece pertenecer.
Sólo esto ya sería motivo suficiente para plantearse un gran boicot coordinado de dicho acto. Lejos de ello, lo que ocurrió el pasado viernes no tuvo nada que ver con esa consecuencia de lo más consecuente (valga la redundancia). El desfile tuvo su pompa (reducida al parecer en presupuesto, pero se hizo, que es lo significativo), sus asistentes, su protocolo, etc. Vamos, una gran ostentación del más puro estilo "y aquí no pasa nada". Y aquí podríamos citar el disco de Supertramp Crisis? What crisis?, grupo del que es admirador el ex-presidente Zapatero, quien en una ocasión recibió en la misma cita sonoras pitadas (merecidas, desde luego) argumentadas en su cacareada "mala gestión de la crisis". Viendo cómo estábamos entonces y cómo estamos ahora, cuesta creer que el acto de hace tres días no haya tenido una reacción aún mayor para con el nuevo gobierno. No. Silencio. Un silencio de lo más cómodo teniendo en cuenta todo lo que están haciendo (y dejando de hacer, depende del ámbito). Un silencio que les viene bien. Les reconforta. Les ayuda a eludir responsabilidades momentáneamente en un instante de regocijo y celebración (para ellos, insisto). Esto puede llevar a que las dimensiones del boquete donde introducir la testa sean de proporciones épicas.
Esa misma tarde, un soplo de esperanza (con minúscula, para no confundir. La otra esperemos que ya sólo sople las velas de sus cumpleaños). Tras casi un mes secuestrado, el espacio autogestionado de la Calle Santa Isabel de Madrid se re-libera bajo el nombre de CSOA Magerit. Llega la policía, "no podía durar" pienso; hay apoyo popular y reacción ciudadana; la policía se retira sin mayor problema "esto es grande. Sí se puede" continúo; horas después aparece un dispositivo policial (in)digno de la masacre de Waco (Texas, 1993) y desalojan el centro con sus habituales escenas de chulería, violencia, irregularidades y procedimientos claramente represores y "el sueño termina. Qué siesta más corta" concluyo.
Pero queda mañana. Siempre mañana. Mañana otro paso, otra esperanza (minúscula, sustantivo, insisto), otro "a ver", otro empujón.
Ese mañana prometía. Mucho, porque en los recuerdos de todos quedaban los restos de aquel glorioso 15-O de hacía tan sólo un año (curioso. También coincidió con una liberación histórica de corta duración... aunque no tan corta). Llega la convocatoria del GlobalNoise y la gente se echa a la calle en cientos de ciudades de todo el mundo armados con cacerolas y esperanza (vale, ya paro. Ha quedado claro). Pero la asistencia y la participación, incluso las ilusiones de la gente, no se parecen ni de lejos a los resultados del año anterior, aunque sigue siendo muy reseñable... ¿dónde estaba el hoyo para la cabeza?
Y, finalmente, parece que desde debajo de las tablas, cubiertos del polvo y la mugre que las administraciones, y sobretodo ésta, les han estado echando encima, aparecen los cómicos. Y resulta que vienen acompañados de guionistas fotógrafos, cineastas, técnicos, escritores, periodistas, músicos, bailarines y demás pompa (esta sí me gusta, no como la del viernes en el Paseo del Prado). Y lo hacen para recordar que tenemos que recordar. Y que debemos pensar, y que alguien debe ilustrar esas reflexiones e inducir a ellas, y que esto es patrimonio de todas y de todos y que son ellos y ellas los encargados de suministrar esa soma. De una forma menos poética, nace la iniciativa #NoSinCultura. En la unificación de todas las luchas parecía estar diluyéndose tras la concatenación de los golpes de los viernes, que seguimos sufriendo una subida de 13 puntos del tirón en el IVA de productos culturales. La agonía de la cultura tal como la conocemos. Se plantan sus sogas al cuello como símbolo y comienza a aparecer, al verlos (al vernos. No me escondo), otro recuerdo, otro año; 2003, y un lema que ha quedado grabado a fuego en nuestra memoria: NO A LA GUERRA. Y ahora nosotros mismos planteamos una guerra, pero muy diferente. Sin bombas, sin grandes avances armamentísticos. Sin la excusa de la búsqueda de armas de destrucción +IVA (creativo yo). Guerra cívica al capital con el arma de la cultura.
http://www.youtube.com/watch?v=oL7JNer77Rw&feature=relmfu
Avestruces del mundo, uníos.
Salu2.
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