Hola, mentecillas inquietas.
"¡Que soy compañero, coño!". Esto es lo que se pudo escuchar bien alto y claro de un señor encapuchado detenido por (cito textualmente) sus compañeros cuando procedían a detenerle la noche del 25-S. Esto supone el destape de las estrategias heterodoxas, terroristas e ilegales de las fuerzas de seguridad, comandadas por Ignacio Cosidó, Cristina Cifuentes y Jorge Fernández Díaz. Supone también el cruce de una línea que estaba empezando a desdibujarse; un cruce de línea que hace saltar por los aires la ya discutible relación pueblo-policía (no digo manifestantes, porque creo que a la gente que estaba en los bares de Huertas y Chueca anoche, a quienes sacaron a rastras de los mismos y golpearon en la calle, quizá formaban parte de la tristemente famosa "mayoría silenciosa" de Rajoy). Supone poner sobre la mesa, ya no el debate, sino la certeza de que estamos sufriendo (todo el mundo, se manifieste o no) métodos represivos que para sí los querrían otros regímenes como el estadounidense o el iraní. Supone, en resumen, un zas en toda la boca a la policía y al gobierno.
Si ya hace dos semanas hablaba de la vergonzosa sensación de no poder hacer absolutamente nada frente al tradicional baile de cifras de las manifestaciones, que instaura por lo general una horquilla media de asistencia de decenas de miles de personas, eso queda en algo anecdótico al comprobar cuán desprotegidos estamos frente a quienes se supone que nos tienen que proteger; es decir, políticos y policías. La impotencia nace también de la absoluta impunidad de la que gozan quienes entran en una estación de tren, cargando, disparando pelotas de goma, amedrentando indiscriminadamente a viajeros y manifestantes por igual, ¡sin ni siquiera cortar el tráfico ferroviario! A la vista de estos hechos que ellos mismos se empeñan en negar pese a la evidencia (a la manera de los neonazis que se empecinan en negar el holocausto de los años 30 y 40 contra los judíos, comunistas, gitanos, disidentes homosexuales y demás, queda cristalino que lo que menos les interesa tanto a las fuerzas de "seguridad" como a los políticos que les mandan (y felicitan) es precisamente la seguridad de la población civil, de los ciudadanos y ciudadanas, de sus vecinas al fin y al cabo.
Ya el martes 25 pudimos ver en Neptuno escenas que parecían sacadas de los más oscuros tiempos de la peor de las dictaduras (podría ser España, Chile, Argentina, Portugal... cualquiera). El miércoles 26 volvieron a repetirse, con menos intensidad pero más dosis de desvergüenza, al cargar contra pequeñas masas dispersas de gente que ya se estaba retirando (resultando heridas leves un par de japonesas que esperaban el autobús, que se llevan a casa la Marca España en forma de hematoma). Anoche añadieron una gota más al vaso de la represión más criminal que he podido ver en todos mis años de vida y más allá aún (tengo la suerte de ser un muchacho culto e inquieto que leo, me informo, estudio, veo documentales, me intereso por la historia y las teorías políticas y sociales y, en fin,, intento formarme como ser humano social).
Cuando un grupo de amigos y yo ya nos estábamos retirando la noche del 29S, vimos cómo pasaban por Gran Vía (Madrid) más de diez furgones policiales, paraban en interminable fila en la acera de enfrente, y sus alteradísimos ocupantes con armadura y porra se lanzaban a barrer el barrio de Chueca como una jauría de lobos hambrientos a la caza de unos manifestantes con quienes supuestamente habían tenido una batalla campal minutos antes en Cibeles y que parecían haberse refugiado por allí. De nuevo agresiones y amenazas indiscriminadas a quienes se cruzaban por el camino y sacada de gente de los bares. No me gustaría pensar que lo primero que se les pasó por la cabeza después de los enfrentamientos en Cibeles fue "mira qué bien. Si se meten en Chueca ya hacemos un dos por uno y les damos caña también a los maricas y bolleras". De verdad que me aterra tener que pensar eso, pero después de haber visto sus actitudes y ciertos símbolos irreglamentarios en algunos de los agentes en otras ocasiones, me horroriza más caer en la cuenta de que puedo no estar muy desencaminado.
Dichas actuaciones, dispositivos y ambiente creado, así como sus consecuencias, son causa de unas órdenes que efectúan con mayor o menos saña y espantosa falta de escrúpulos, pero los machacas que están dando caña en la calle no son los únicos responsables. Y estos responsables de los que hablamos y que nombraba en el primer párrafo, deben dimitir, y más allá. Deben dimitir y responder penalmente por sus decisiones e implicación en los crímenes que se llevan viviendo en el clima represivo desde que accedieron a sus diferentes cargos. Si esto último no ocurre ahora me temo que más adelante pueden acabar peor de lo que intentan evitar ahora mismo.
De otro lado, los manifestantes. Como me ocurre frecuentemente, esto podría darme material como para una entrada sólo de este tema. Se abre el debate constantemente sobre el uso de la violencia o no con el fin de la legítima defensa o bien ante la frustración de todos nuestros objetivos a resultas de que el poder es quien tiene las armas y nadie quiere sacrificar ni una sola vida de ninguno de los dos bandos. Porque aquí hay dos bandos, como dice el personaje de la Madre en Bodas de sangre, y eso es algo que sobra discutir. Independientemente de legitimar ese eventual uso de la violencia por parte del pueblo para doblegar a los poderosos mucho menos numerosos y que, en esa tesitura, tendrían la batalla totalmente perdida de entrada, el debate que realmente se abre de manera candente es quién, cómo y porqué ejerce esa violencia. Yo, personalmente, veo una enorme y evidente diferencia entre organizar un ejército popular que luche de manera voluntaria con los medios que crea precisos contra los enemigos, y por contra aprovechar que hay una manifestación de carácter públicamente pacífico para atacar a la policía entre el gentío y camuflarse entre él. Esto último es usar escudos humanos y, no nos equivoquemos: ESO ESTÁ FEO. ¡CACA! Y además das motivos para que te tachen de infiltrado, lo seas o no, después de la expresión con la que he abierto esta entrada y su consiguiente repercusión en todo el mundo. Por no hablar de que puede que seas un típico revienta-manifestaciones que no es capaz de entender que esa no era su convocatoria y que, si quieres que haya otra con un carácter determinado, deberías currártela tú por tu cuenta sin meter a decenas de miles de personas en el ajo que poco tienen ni quieren tener que ver con tus planteamientos.
El ambiente ya está lo suficiente caldeado (y al decir ambiente ya también podemos incluir todos sus significados después del dispositivo de anoche en Chueca), y va a ser muy difícil impedir acciones violentas contra la policía y/o los políticos y responsables de esta situación, independientemente de la legitimidad y operatividad en diferentes plazos de dichas acciones. Como con todo lo inevitable, lo peor es obviarlo y utilizar la técnica infantil del "si no lo miro no me ve". Si está ahí, hay que tenerlo en cuenta para lo bueno y para lo malo. Tendremos que reconducir las realidades que nos envuelven en la medida en la que se pueda para poder gobernar la nave a algún puerto que nos pueda satisfacer, con las variables que encontremos, nos gusten o no.
Salu2
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