Llevaba
gran parte de su vida de mortal teniendo encuentros aislados con
desconocidos a quienes, en la mayoría de ocasiones, no volvía a
ver. De hecho, muchos de esos encuentros acababan sin llegar a
conocer el nombre real de la persona con la que había estado
compartiendo fluidos durante un tiempo.
Ahora
que terminaba de asumir su nueva naturaleza, le alcanzaba la realidad
apremiante de su nueva alimentación y el sistema para conseguirla.
¿Para qué cambiar? Al fin y al cabo el objetivo era casi el mismo:
cazar. Así que, ¿por qué no usar las mismas herramientas?. La
satisfacción sexual ya no era una pulsión que saciar, pero sí el
ansia de la necesaria sangre, así que sólo tenía que cambiar el
uso y disfrute de las víctimas. Follar no, beber sí, pero con el
mismo objeto de deseo.
Se
encontraba ahora frente a un colosal edificio art decó de doce
plantas en el centro de la ciudad, a las diez y cuarto de la noche.
Todos cuantos le rodeaban habían terminado sus vacuas cenas de
mortales mientras él se dirigía a cenar ahora un menú bien
diferente. Tuvo la suerte de que a la puerta del hotel estaba el
botones que, acompañando un gesto que le invitaba a entrar expresó
un necesario "adelante, señor" sin el cual no hubiese
podido atravesar el umbral.
Una
vez en la quinta planta le costó encontrar la habitación quinientos
veintisiete pero, finalmente, dio con ella. Escribió por la
aplicación de contactos a su presa indicando que ya estaba en la
puerta y éste abrió enseguida en calzoncillos mostrando una sonrisa
sugerente.
-
¿Qué tal? ¿Mucho frío?
-
Lo normal en estas fechas.- Tenía obviamente que justificar, aunque
ya no fuese capaz de sentir frío ni calor, que su piel ostentaba el
característico helor de la muerte... pero eso sería si conseguía
entrar en la habitación.- ¿No vas a invitarme a pasar?
-
¿Para qué? Si ya has venido hasta aquí...
-
Ya. Pero me tienes que invitar.
-
No entiendo por qué. Tienes dos piernas y la puerta no está
cerrada.
-
Ehm...- tuvo que reprimir un resoplido de frustración. Esto no iba a
resultar tan sencillo como esperaba.- Ya, bueno. Pero yo preferiría
que me invitases explícitamente a pasar. Una fantasía. Tómalo por
ahí.
-
Mira, tío, eres un poco raro. A mí estos rollos de roles no sé si
me van mucho. No voy a ponerme a jadear como un perrito ni a llamarte
"amo" ni nada de eso.
-
Sólo necesito que me invites a pasar.
-
Pero bueno, qué perra te ha entrado con lo de la invitación. Yo
quiero echar un polvo. Si quieres, muy bien, y si no, ahí está el
ascensor.
¿Era
eso una invitación? Se aventuró a probar y se dio cuenta de que
había una especie de fuerza invisible que le impedía cruzar el
dintel de la puerta de la habitación quinientos veintisiete
flanqueada por un maromazo de metro noventa de altura en slips
blancos. No. No era una invitación.
-
Oye, si no vas a invitarme de forma explícita a pasar efectivamente
va a ser mejor que me vaya.- La derrota se mostraba claramente en el
tono de voz, y no pudo evitar añadir algo más como para sí mismo-
A ver si esta noche no me muero de hambre.
-
¡Ostia! Perdona. No lo había pillado así. Tendrías que haber
empezado por ahí. Pasa, que creo que me ha sobrado algo de lo que me
he traído del catering.
No
le interesó lo más mínimo a qué evento o trabajo habría acudido
ese señor durante el día en el que había podido sustraer comida de
un catering. Lo que llamó su atención fue el "pasa"
cristalino que había articulado por fin verbalmente. Comprobó y
celebró para sí que ya esta vez sí pudo entrar en la habitación.
Unos
minutos después, mientras dejaba rendido en la cama al hombre al que
no se había tomado la molestia de desnudar del todo, pálido y con
bastante menos cantidad de sangre en las venas que cuando abrió la
puerta pero aún vivo, llegó a la conclusión de que su estrategia
alimenticia era adecuada pero debía depurar aún un poco más la
técnica.
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