LITERALIA

ARTÍCULOS DE OPINIÓN

viernes, 1 de abril de 2016

MOISÉS Y LA TIERRA PROMETIDA

Moisés había visto ya muchos amaneceres en la Puerta del Sol. Cada uno diferente, particular. Cada uno con historia propia. Había tenido tiempo de sobra en sus ochenta y tres años de vida. ¿Por qué iba a ser este diferente o especial?

A cada uno de esos amaneceres le habían llevado allí diversas razones desde las más bellas hasta las más perversas. Recordó uno absurdo, cuando una chica, hacía muchas décadas, le arrastró después de una larga noche a “ver salir el Sol en la Puerta del Sol”. Hubo otra muy hermosa en la que le dieron las claras del alba hablando con un buen amigo apoyados en una esquina. Recordaba amaneceres más perversos, en los que era liberado tras una larga noche empapada de humillaciones y torturas, encerrado en el edificio que preside aún la plaza.

Lo que a esta aurora le había llevado era ahora algo nuevo… o no tanto. Una de las tardes de jueves en las que Moisés se dedicaba a manifestarse dando vueltas por la plaza, intentando recuperar la memoria histórica y dignificar el pasado, él y sus compañeros se toparon de bruces con una marea humana, no sólo de cuerpos, sino de
ideas, ilusiones, ganas, fuerza, belleza vital…

Moisés decidió que, a pesar de tener coleccionados todos los amaneceres conocidos allí, merecía la pena volver a pasar una noche en la Puerta del Sol. Después de tanta travesía por el desierto del olvido, el descrédito, la burla, la compasión… ¿Y si la Transición no fue más que un espejismo y esta era realmente la Tierra
Prometida?

Moisés volvió a casa a media mañana sin que el nuevo amanecer le trajera nada nuevo; pero al meterse en la cama y cerrar los ojos, la vorágine de sonrisas le enseñó que el aire, es mañana, sí que traía un nuevo aroma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario